Hoy el mundo
ha visto como desde Tel Aviv, Netanyahu hizo hablar a su títere Donald Trump,
para retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, repitiendo las
mismas falsedades que el gobierno israelí ha manifestado desde hace 35 años.
Que Irán está
a punto de fabricar armas nucleares (si ese fuera el caso, desde hace 35 años,
ya tendría un número similar a las que tiene Israel, alrededor de 400); que
Irán es el “máximo y principal promotor y soporte del terrorismo en el mundo”
incluso vinculándolo a Al Qaeda (al que Irán ha combatido ferozmente) y al
Talibán (con el que no tiene ninguna relación); sin mencionar por supuesto, que
ha sido Arabia Saudita la que ha apoyado a ambos grupos, e Israel ha sido el
principal sustento del grupo Al Nusra en Siria, filial de Al Qaeda; o que los
misiles de Irán “amenazan las ciudades de Estados Unidos”, cuando el programa
de misiles iraníes no ha logrado desarrollar los de alcance intercontinental,
que en cambio defectuosamente, ya forman parte del arsenal del régimen de Kim
Jung Un en Corea del Norte.
Netanyahu no
sólo escribió lo que dijo Trump hoy, sino habló a través de él, como ventrílocuo.
Es increíble el grado de lacayismo y subordinación en el que el gobierno de
Estados Unidos se encuentra respecto al de Israel.
Por supuesto,
el objetivo de Netanyahu es que su “guardaespaldas”, Estados Unidos, se cobre
la afrenta que les hizo Irán al derrotar (junto con Siria, Irak, Hezbollah y
Rusia) a sus mercenarios y terroristas en Siria e Irak, con lo que se detuvo la
estrategia del caos y la desestabilización impulsada por los neoconservadores y
el lobby pro Israel en Washington, y los gobiernos de Netanyahu en Israel y los
de Arabia Saudita y las petromonarquías del Golfo (apoyados también por
Jordania, Egipto y hasta hace poco, por Turquía).
Para
Netanyahu lo principal es acorralar de nuevo a Irán con sanciones económicas y
la amenaza de una intervención militar, si no renuncia a su programa de
misiles, deja de apoyar a Hezbollah en Líbano y a Hamas en Gaza; retira a sus
milicias de Siria; deja de apoyar al gobierno de Bashar el Assad; permite
inspecciones permanentes a todas sus bases militares y en suma, consigue que el
gobierno de Teherán se desmorone, para poner otro que responda a Tel Aviv y
Washington, tal como lo era el del depuesto Sha Reza Pahlevi.
Esto es
Netanyahu, los neoconservadores y el lobby pro Israel, seguidos de sus “minions”
de Arabia Saudita y las petromonarquías del Golfo (excepto Qatar, que está “castigado”
temporalmente) no van a descansar hasta deponer al gobierno iraní actual, destruir
la infraestructura económica de ese país, tal como lo hicieron con Irak y
Libia, y lo siguen intentando con Siria; y colocan a sus lacayos como
gobernantes, para posteriormente “balcanizar” a Irán, creando pequeños estados
inviables, que ya no puedan convertirse en competidores económicos, políticos,
militares y religiosos de Israel, Arabia Saudita, Egipto e incluso de Turquía.
El acuerdo
nuclear había roto el aislamiento iraní y le había abierto las puertas de
negocios con Europa, Rusia, China y otros países (no así Estados Unidos, en
donde la oposición al acuerdo, liderada por los neoconservadores y el lobby pro
Israel, no permitió avanzar en la cooperación económica); y con ello, la
presencia iraní en el Medio Oriente hubiera crecido. Ello se sumaría al triunfo
sobre los mercenarios y terroristas armados y apoyados por Occidente, Israel y
los países sunnitas de la región; y a la alianza con Rusia, prefigurando un
Irán mucho más poderoso, con mayor influencia en la región, lo que por supuesto
iba contra los intereses hegemónicos del gobierno de Tel Aviv.
Ahora habrá
que esperar a que Irán defina lo que hará, pudiendo ser, que mantenga sus
compromisos adquiridos dentro del acuerdo, a pesar de las duras sanciones que
se le aplicarán nuevamente por Washington, y que obligarán a sus lacayos europeos
a seguirlas, pues de lo contrario dichas sanciones caerán sobre las empresas
europeas que no las acaten.
De ahí que
Irán, en dichas condiciones, no tendrá ningún incentivo para mantener sus
compromisos en materia nuclear, lo qué, por supuesto dará el pretexto,
artificialmente creado por Washington, para castigar militarmente a Irán.
Es decir, Washington
(realmente Tel Aviv), castiga a Irán por algo que no ha hecho, es decir violar
el acuerdo nuclear; y lo hace por asuntos que no se negociaron en ese acuerdo
(como las falsas acusaciones de “terrorismo” en su contra; el apoyo a sus
aliados o el desarrollo de su programa de misiles, que forma parte de su
defensa ante los reiterados amagos de ataque por parte de Israel y de Estados
Unidos). Y sin embargo, Estados Unidos es el que viola el acuerdo (se sale de
él), le vuelve a imponer sanciones a Irán, y lo amenaza militarmente en caso de
que deje de cumplir el mismo acuerdo que Washington ya violó. El peor de los
mundos posibles, que no tiene absolutamente nada que ver con las normas del
derecho internacional, y que sólo es una estrategia para obligar a Irán a
violar el acuerdo, que no ha violado hasta ahora, para entonces acusarlo y
castigarlo militarmente, por violar el acuerdo del que ya se salió Estados
Unidos y del que va a obligar a salir a sus lacayos europeos. Verdaderamente de
locos. Todo con la clara intención de provocar un enfrentamiento militar con
Irán, para derrocar (o al menos intentarlo) al régimen de Teherán; y si no, mantenerlo
aislado, acorralado e incluso con bombardeos sistemáticos a sus instalaciones
militares y a su infraestructura económica.
Pero como
parte de esta estrategia, se requiere nulificar a una de las otras dos potencias
nucleares que firmaron el acuerdo, Rusia y China.
Ha sido
China a la que se le tratará de persuadir de no apoyar a Irán, a cambio de
lograr un acuerdo aceptable en el caso de Corea del Norte (por eso Trump
también mencionó esto en su alocución); y si China se mantiene alejada del
escenario iraní, también disminuirá el apoyo reciente que Washington ha estado
dando en materia política, militar y económica a Taiwán. En resumidas cuentas,
Washington quiere dejar fuera de la ecuación iraní a China, a cambio de relajar
los contenciosos que tiene con Beijing en Asia-Pacífico.
¿Y qué hará
Rusia? No puede detener las sanciones económicas (ellos ya están sancionados
por Occidente de distintas maneras); pero si hay ataques contra Irán de parte
de Estados Unidos e Israel ¿se quedarán de brazos cruzados? Irán ha sido un
aliado crucial de Rusia para salvar al gobierno de Assad en Siria y detener (al
menos por ahora) la estrategia del caos y la desestabilización impulsada por
Israel y Washington.
Si Rusia no
apoya a Irán, esa estrategia reiniciará con toda fuerza, y lo ganado en Siria
se perderá en Irán.
Por ello
Moscú tendrá que apoyar no sólo política, sino también económicamente a Irán
para aguantar la presión; y en caso de amenazas militares deberá sopesar muy
bien hasta donde estará dispuesta a involucrarse, sin llegar a un
enfrentamiento directo con Estados Unidos.
Lo que sí es
un hecho es que la situación en Medio Oriente nuevamente va a poner al mundo a
un paso de la guerra entre superpotencias, y lo peor de todo es que es desde
Tel Aviv, desde donde se están conduciendo las estrategias de Washington y
Europa. Estos actores han quedado sólo como correas de transmisión de lo que
decida Netanyahu. No por nada el primer ministro israelí acaba de ir a Moscú a
entrevistarse con Putin, porque sabe que es con él con quien tiene la verdadera
confrontación. Con Trump no necesita negociar nada. A él sólo le ordena.
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