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Zapata

lunes, 28 de mayo de 2018

¿RECONFIGURACIÓN DEL SISTEMA POLÍTICO MEXICANO O PURO GATOPARDISMO?

Se acercan cada vez más las elecciones del próximo 1º de Julio, y los analistas y comentócratas señalan que se viene una reconfiguración importante en el sistema político mexicano[1].
El crecimiento del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), creado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) hace apenas 4 años, ha sido impresionante, especialmente en los pasados dos años, lo que se explica por varias razones: los niveles de inseguridad y violencia que ha enfrentado la población mexicana en los últimos 12 años ha llegado a niveles intolerables; la corrupción de gobernantes del PRI, PAN, PRD y PVEM, partidos que han sido los que han gobernado las últimas tres décadas, ha llegado a niveles de tal cinismo, que ni siquiera la muy tolerante sociedad mexicana en este delicado tema, ha podido soportar el descaro de estos políticos y funcionarios públicos corruptos; la impunidad con la que políticos, criminales y empresarios coludidos con ambos, se mueven arrogantemente en todos los medios sociales, a pesar de los múltiples y reiterados crímenes que cometen, ya hartaron a la mayoría de la sociedad; el estancamiento del crecimiento económico por tres décadas, aunado a una política deliberada de contención salarial, para los de abajo, pero de acumulación brutal de ingresos para una minoría de arriba, ya exasperó a una buena parte de la sociedad; y, un sistema económico consumista, que promueve el individualismo, la satisfacción de los deseos y los placeres de manera inmediata, la vanidad, el lujo, etc., no se corresponde con una mayoría social que apenas tiene para vivir y una clase media que va perdiendo aceleradamente su nivel de vida (“gasolinazos”, estancamiento salarial, impuestos para los de abajo, devoluciones y “diferimientos” fiscales para los de arriba, etc.).
Este enorme enojo e insatisfacción social tiene que dirigirse hacia algún lado, y si bien los últimos años ha habido protestas y movilizaciones sociales, estas han resultado infructuosas para liberar la presión existente.
De ahí que sólo quedan dos caminos, la rebelión armada o intentar una vez más (fracasos en 1988, 1994, 2000, 2006 y 2012) un cambio pacífico, reformista, a través del sistema político-electoral.
La mayor parte de la población ya vive una “guerra” cotidiana contra narcotraficantes, secuestradores, chantajistas, extorsionadores, ladrones, políticos corruptos, policías coludidas con el crimen organizado, etc. De ahí que lo que menos quiere ahora es aventurarse a una lucha armada, que muy probablemente no terminaría en un triunfo ni rápido, ni indoloro; y que como sucedió en Colombia o Centroamérica, sólo provocaría destrucción, el advenimiento de regímenes dictatoriales y una permanente desestabilización, que podría extenderse por décadas.
Por ello, la única opción que le ha quedado a la mayoría de la sociedad para intentar cambiar su realidad, es el imperfecto y muy criticado sistema político-electoral.
El problema es que dicho sistema ha sido conformado por el mismo grupo de partidos y políticos que se han beneficiado a través de la corrupción, la colusión con el crimen organizado y la subordinación a los grandes empresarios y a la potencia hegemónica (Estados Unidos).
Además, ya gobernaron a nivel federal (PRI y PAN; PVEM aliado con ambos) desde la alternancia del año 2000, y en el caso del PRD, a nivel local en distintas entidades (principalmente la Ciudad de México), con los resultados mencionados.
Por lo tanto, podríamos decir que casi la mitad de los potenciales electores se ha quedado con una sola opción de cambio real, y que se identifica con el único político del sistema que lo ha criticado, que lo ha combatido (desde dentro) y que tercamente ha intentado reformar un sistema político-económico que se pudre cada vez más, sin que ninguno de sus beneficiarios haga algo por evitarlo.
Ese político, durante los últimos 18 años, ha sido AMLO, por lo que los altos niveles de aceptación con los que cuenta a estas alturas de la contienda electoral (entre 41.5 y 46.7% de las preferencias electorales; contra 26.7 y 31.4% de Ricardo Anaya; y, 18.4 y 22% de José Antonio Meade)[2] reflejan, más que un abrumador convencimiento acerca de sus propuestas por parte de diferentes segmentos sociales, o una firme confianza en él; es la absoluta falta de representantes políticos surgidos de la ciudadanía y ajenos a un sistema político-económico estructurado para privilegiar a unos pocos y explotar y/o ignorar a los más.
Se espera que después del 1º de Julio el actual partido en el poder, el PRI, quede en un lejano tercer lugar con entre 15 y 20% de las preferencias electorales; que el PRD, no consiga más de 5 ó 7% de la votación y aún no se sabe qué sucederá con el tradicional representante de la derecha, el PAN, que podría obtener entre 23 y en el mejor de los casos 27% de los votos.
Por su parte Morena, que aún no es un partido estructurado y que se basa en gran medida en el liderazgo de AMLO, podría llegar a tener entre 35 y 40% de los votos, lo que lo convertiría en la primera minoría entre los distintos partidos, aunque algunos encuestadores estiman que podría lograr la mayoría al menos en una de las dos Cámaras (Mitofsky).
En principio, un resultado que hundiera de tal forma al PRI, apenas mantuviera en sus rangos históricos al PAN; que casi condenara a la extinción al PRD, y que colocara a una nueva formación política como Morena como el partido dominante, sería sin duda una reconfiguración mayor en el sistema político mexicano.
El problema con ello no es que los votos que antes dominaban los partidos tradicionales migren hacia la que en este momento representa la única opción de cambio real para la mayoría de la población, es decir Morena.
Si no que la mayoría de los políticos de esos partidos, están migrando también hacia Morena y esta agrupación, con tal de vaciar a sus contendientes de apoyo, los está aceptando, con lo que el pretendido “cambio” no parece estarse verificando; ya que no está formándose un sistema político con gente nueva, joven y/o adulta que se esté incorporando de la sociedad civil, con objeto de cambiar los objetivos y las prácticas corruptas, incompetentes y patrimonialistas de la clase política tradicional.
Lo que realmente está sucediendo es que los mismos políticos logreros, oportunistas y corruptos del sistema vigente, ante el repudio social hacia ellos, están cambiando de “camiseta” solamente; pasándose a Morena, con todo y sus grupos clientelares, prácticas corporativas e intereses creados; y están siendo recibidos “con los brazos abiertos” por el pequeñísimo grupo que maneja al partido de AMLO, pues de lo que se trata en este momento es de ganar la elección; y por lo tanto, el interés es “sumar” apoyos.
¿Pero qué pasará una vez terminada la elección? ¿Estos grupos corruptos, clientelares, corporativistas, no exigirán su “pago”, su retribución por el apoyo dado? Si efectivamente se les compensa con cargos públicos y posiciones políticas, entonces el “gatopardismo” se habrá hecho presente y el tan deseado cambio se habrá ido a la basura.
¿Y si AMLO decide no retribuirles su apoyo? Bueno pues entonces estos grupos se lo van a cobrar con sabotajes, boicots, oposición permanente a su proyecto, colusión con los grandes empresarios y la potencia hegemónica para obstaculizar e intentar hacer fracasar al gobierno de AMLO, tal como lo hicieron los grupos políticos corruptos y los oligarcas contrarios a los gobiernos de Rousseff en Brasil, Cristina Fernández en Argentina, Nicolás Maduro en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador.
Así que hay que preguntarnos si estamos frente a una reconfiguración real del sistema político, o tan solo es el ya conocido “gatopardismo” de la política mexicana. “que todo cambie, para que todo siga igual”.

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