ESTADOS
UNIDOS: HACIA LA GUERRA Y LA CRISIS SISTÉMICA
Hoy las élites política,
de seguridad y económica de Estados Unidos se encuentran en una encrucijada,
que por lo que se ve, no sólo no saben resolver, sino que están decididas a
extender con más decisiones y acciones contradictorias.
Por un lado, está la
administración de Barack Obama que con cada día que pasa, pierde más poder en
lo interno y externamente (lame duck),
pues tanto dentro de su coalición gobernante, como en la de los republicanos,
la lucha por la presidencia del país más poderoso del mundo se ha
intensificado, y las decisiones y acciones del gobierno de Obama son
criticadas, obstaculizadas y retadas a cada paso.
Así, su intento por
lograr el famoso “fast track” para aprobar (o en su caso rechazar) sin
enmiendas, de parte del Congreso, los Tratados Transpacífico (Trans Pacific
Partnership) y el Transatlántico de Comercio y de Inversión con la Unión
Europea (TIIP por sus siglas en inglés), fue detenido, pues la Cámara de
Representantes votó en contra de un proyecto de ley (12 de junio) en el que se
debía ratificar el famoso “fast track” para aprobar estos tratados, pero que
estaba “camuflado” en un proyecto para adiestramiento y ayuda financiera a los
trabajadores que pierdan su empleo, a causa de los tratados comerciales.
La votación fue 302 en
contra y 126 a favor, con una mayoría de demócratas (y varios republicanos), rechazando la
propuesta de Obama.
Recordemos que ambos
tratados han sido impulsados y de hecho, redactados por las grandes
corporaciones de Estados Unidos, Europa y Japón, con objeto de limitar al
máximo la capacidad soberana de los Estados para regularlas en materia laboral,
ambiental y de salud, estableciendo una serie de mecanismos “compensatorios”, que
les permitiría demandar ante tribunales “ad hoc” (esto es prácticamente conformados
por las mismas corporaciones), a los países que emitieran regulaciones que
afecten o pudieran afectar las utilidades presentes y futuras de estas
corporaciones, con lo que los gobiernos se convertirán en rehenes de las
ganancias de las multinacionales, sin importar cómo se deteriore la salud de la
población, el equilibrio ambiental, y ya ni se diga los derechos más
elementales de los trabajadores.
Pues bien, se ha iniciado
un debate dentro de las mismas élites estadounidenses sobre este punto, pues
por ejemplo la precandidata demócrata a la presidencia, Hillary Clinton, no
apoya decididamente estos tratados, pues sabe que tendrán una repercusión
nefasta en el empleo y en el nivel de vida de las clases trabajadoras
estadounidenses, y al menos por ahora ha decidido mantenerse al margen de
apoyar a Obama en esta política.
Así también, muchos
legisladores demócratas ven riesgos en aprobar sin enmiendas estos tratados y
han preferido poner un freno, al menos temporal, a las desbocadas ambiciones de
las corporaciones multinacionales.
Incluso el nuevo
contendiente por la candidatura presidencial republicana, el multimillonario
del sector inmobiliario, Donald Trump, se ha lanzado con todo contra estos
tratados, señalando que sólo servirán para “exportar” empleo a otros países.
Así, una política que ha
sido impulsada por Obama y apoyada por la mayoría de la coalición de intereses
empresariales y neoconservadores que dominan al Partido Republicano, ha
comenzado a encontrar sus obstáculos tanto entre los grupos que nominalmente
apoyan al presidente, como entre algunos sectores republicanos que consideran
que se ha excedido en la política en favor de la “globalización económica”.
En el ámbito de la
“guerra contra el Terrorismo”, está claro que Washington está en medio de un
caos, propiciado por sus propios errores y políticas contradictorias, así como
por los intereses de varios de sus aliados en diferentes regiones del mundo.
Primero, Obama y su
administración, apoyada por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad
de la ONU, más Alemania, han impulsado desde hace dos años un acuerdo con Irán
para asegurar, principalmente a Israel, Arabia Saudita, los países miembros del
Consejo de Cooperación del Golfo, Turquía, Jordania y Egipto, que Teherán no
podrá fabricar armamento nuclear, y que su programa de energía nuclear estará
monitoreado permanentemente para evitar que eso suceda.
Eso no es suficiente para
Israel y los países árabes sunnitas que tienen una competencia estratégica con
el gobierno de Teherán en todo el Medio Oriente, por lo que han logrado obligar
a Washington a que los “compense” por la aceptación tácita de dicho acuerdo,
con enormes ventas de armamento y financiamiento para comprarlo.
Así también, han
conseguido que Washington los apoye en sus acciones contra los que consideran
“aliados” de Teherán, ya sea los Houthis en Yemen, a los que el gobierno de
Arabia está bombardeando incesantemente, con el apoyo logístico de Washington;
o los ataques de Israel a Hezbollah en Líbano (se espera en los próximos meses
una ofensiva mayor de Israel, aprovechando que Hezbollah tiene que combatir en
varios frentes contra los yihadistas de diferente signo, que combaten a su
aliado, el régimen de Bashar el Assad en Siria).
Al mismo tiempo
Washington, junto con Gran Bretaña y Francia están armando y entrenando una
supuesta oposición “moderada” siria (Coalición Nacional Siria), contra el
régimen de Assad, que hasta el momento no ha podido materializarse en acciones
relevantes en el campo de batalla, que es dominado por las fuerzas del Estado
Islámico, Al Nusra (aliado de Al Qaeda y apoyado por Israel) y una recién
conformada coalición de grupos apoyada por Arabia Saudita.
Y sin embargo, Washington
conformó una supuesta coalición de países para combatir al Estado Islámico,
principalmente en Irak, apoyando al gobierno mayoritariamente chiíta de Bagdad,
cuyo principal aliado en la lucha contra el Estado Islámico es paradójicamente
Irán.
Así, ahora se ha
intensificado en Estados Unidos el debate sobre qué hacer para combatir,
contener, “degradar”, etc. al Estado Islámico, que supuestamente hace un año
era la más grande amenaza a la seguridad de Estados Unidos, pero que ahora, el
propio Obama señala que no tiene una estrategia definida para combatirlo, pues
está esperando a que Irak asuma su responsabilidad principal para hacerlo,
cuando la realidad es que el gobierno iraquí es una ficción que sobrevive
gracias a dos países que por un lado negocian un acuerdo en materia nuclear, y
por el otro son “enemigos” en diversos frentes del Medio Oriente, esto es:
Estados Unidos e Irán.
Para colmo los “aliados”
de Estados Unidos en el Medio Oriente, tales como Israel y Arabia Saudita,
están coaligados y decididos a hacer fracasar el acuerdo nuclear con Irán
(aunque ya convencieron a Washington de compensarlos con armamento y
financiamiento para comprarlo), y al mismo tiempo apoyan con dinero y
logísticamente a grupos de radicales islámicos (como los que luchan contra
Bashar el Assad en Siria), a los que Estados Unidos considera grupos
terroristas, y que incluso ha atacado con bombardeos (el caso de Al Nusra).
Los republicanos
(especialmente los 13 precandidatos a la presidencia), están criticando
duramente a Obama por no hacer más para destruir al Estado Islámico que sigue
obteniendo territorio tanto en Siria como en Irak; pero al mismo tiempo ese
Estado Islámico está atacando posiciones del ejército y las milicias chiítas de
Irak, que son apoyadas por Irán, al cual esos mismos republicanos acusan de
querer extender su influencia desde Teherán hasta el Mediterráneo, por lo que
claman por detenerlo.
Las contradicciones en el
discurso y en las propuestas de buena parte del establecimiento político de
Estados Unidos son evidentes, y por ello no pueden salir de la encrucijada en
que se han metido, pero lo que siempre falta es la honestidad para reconocerlo,
por lo que se prefiere mantener este discurso esquizofrénico en el que por un
lado se afirma que hay que detener, aislar y combatir a Irán en todos los
frentes, mientras por otro lado se requiere de la colaboración iraní para
combatir al Estado Islámico; o se ataca a grupos considerados terroristas,
aliados de Al Qaeda, como Al Nusra, pero al mismo tiempo el principal “aliado “
de Estados Unidos en la región, Israel, apoya logísticamente (y quizás hasta
con armamento) a este mismo grupo, que combate tanto a Assad, como al Estado
Islámico.
El caso de Ucrania es
otro ejemplo de la forma en que Washington ha intentado escalar un conflicto, y
comprometer en él a sus aliados de la OTAN, con objeto de mantener un cerco
(político, económico y militar) alrededor de Rusia, que evite que este país
pueda seguir desarrollando sus diferentes potencialidades a nivel regional e incluso
mundial.
Lo que ha logrado
Washington hasta ahora con el caso ucraniano, es quebrar a este país, pues el
conflicto con las provincias del Este y el establecimiento de la “austeridad”
dictada por el Fondo Monetario Internacional, están hundiendo a la economía,
que tendrá que sobrevivir con recursos de Occidente, los cuales muy
probablemente se irán al foso de la corrupción, las trasnacionales que están
haciendo grandes negocios y al bolsillo de los oligarcas y los políticos.
Pero el conflicto también
le ha servido al complejo militar-industrial, pues ahora los países satélites
de la OTAN en las inmediaciones de Rusia (los países Bálticos, Georgia,
Rumania, etc.), están haciendo pedidos de armas y sistemas defensivos ante la supuesta
“amenaza rusa”, con lo que el negocio de la guerra sigue viento en popa, aunque
la realidad geoestratégica se ve cada vez más amenazada por conflictos
artificiales y por decisiones que sólo favorecen a pequeños, pero poderosos
grupos de interés, y no a las poblaciones de los distintos países involucrados.
Entre ese estira y afloja
en el que se encuentran las élites estadounidenses en materia de política
exterior, de defensa y de relaciones económicas con el exterior, se está
gestando una nueva crisis económica en Estados Unidos, que repercutirá otra vez
en todo el mundo.
Con una deuda descomunal
de más de 18 trillones de dólares (millones de millones de dólares), un mercado
bursátil que ha mantenido ganancias estratosféricas en los últimos años, gracias
a que la Reserva Federal ha mantenido prácticamente en 0 las tasas de interés,
con lo que el sector financiero de Estados Unidos ha conseguido cientos de
miles de millones de dólares prácticamente regalados (en vista de que la
Reserva Federal se ha dado a la tarea de “inventar” dinero, sin respaldo alguno
en la producción de bienes y servicios, a través de sus famosos Quantitative
Easing -QE- que sólo sirvieron para la recompra de acciones de las
multinacionales, elevando así sus precios en la bolsa, pero no para estimular
el crecimiento de la economía real) y un gasto estratosférico en armas y
material bélico, que no ha tenido una repercusión multiplicadora en el resto de
la economía, es muy factible que en los próximos meses, todos estos excesos le
cobren su factura a los Estados Unidos; pero como siempre buscarán que el resto
del mundo pague por ello.
Así, con una lucha
política interna exacerbada por la presidencia del país; con decisiones
contradictorias, extralimitándose en su verdadera capacidad de moldear o
influir en el resto del mundo; con conflictos serios en puerta (seguir
escalando el conflicto en Ucrania podría llevar a uno mayor con Rusia; no
llegar a un acuerdo con Irán, podría desembocar en una nueva guerra en el Medio
Oriente, instigada por Israel, Arabia y sus aliados del Golfo Pérsico; mantener
la presión en el Mar del Sur de China, puede provocar incidentes que generen un
conflicto militar mayor con el gobierno de Beijing), y con una ideología
predominantemente militarista y confrontacionista en el establecimiento
político de Washington, una crisis económica mayúscula vendría a conformar un
“coctel explosivo” que significaría una crisis sistémica de gran calado en
Estados Unidos, con consecuencias imprevisibles para la paz mundial.
Desgraciadamente no se
percibe en la élite dirigente de ese país el talento, la agudeza intelectual y
mucho menos la valentía para tomar decisiones que reviertan el curso de
catástrofe que lleva ahora Estados Unidos y que puede generar en el resto del
mundo una crisis de enorme trascendencia para la paz y bienestar del planeta.
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