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Zapata

martes, 2 de junio de 2015


EL FUTBOL EN MANOS DE WASHINGTON

Finalmente lo lograron. Hicieron renunciar a Blatter cuando se acusó al secretario general de la FIFA y mano derecha del suizo, el belga Jerome Balcke de haber participado en el envío de 10 millones de dólares de la Federación Sudafricana al trinitario de la Concacaf, Jack Warner. Según la FIFA  ese dinero fue para promover las escuelas de futbol en esa área; y según el Departamento de Justicia de Estados Unidos fue un soborno para "tres federaciones" del área, a cambio de su voto para darle el mundial de 2010 a Sudáfrica.

Lógicamente el mensaje era: "sigues tú Blatter". Y ante esa perspectiva, el muy rico, pero también ya mayor (79 años) dirigente del futbol mundial, decidió no seguir poniendo en riesgo lo que le queda de fortuna y tratará de salvar a algunos de sus socios en el futbol mundial, a cambio de la renuncia que tan escandalosamente han exigido estadounidenses, ingleses, franceses y alemanes (y también israelíes). Recordemos que unos días antes del Congreso de la FIFA en Zurich, Blatter trataba de lograr un arreglo entre palestinos e israelíes, pues los primeros iban a promover un voto para suspender a Israel por sus prácticas excluyentes y racistas contra los futbolistas palestinos; pero en su entrevista con Benjamín Netanyahu éste lo amenazó al señalarle que de realizarse esa votación que afectaría a Israel, se arriesgaba la "destrucción de la FIFA". ¿Ya estaría enterado Netanyahu de lo que los estadounidenses le tenían preparado al suizo? Seguramente que sí.

Como ya lo señalamos en un artículo anterior (Miércoles 27 de Mayo), el verdadero objetivo de todo este tinglado armado por Estados Unidos es quitarle las sedes del Mundial a Rusia en 2018 y a Qatar en 2022, por las disputas geopolíticas que Washington mantiene con el gobierno de Vladimir Putin y por el odio de Israel a Qatar, debido al apoyo de este país al grupo palestino Hamas de Gaza.

Además, tanto Estados Unidos como Inglaterra, ambicionaban ambos mundiales, y no resultaron favorecidos con el otorgamiento de las sedes, por lo que culparon a Sepp Blatter.

Además, el futbol es el mayor negocio deportivo en el mundo, y Blatter y su grupo decidían quienes ganaban, cuánto y cómo, y eso es algo que estadounidenses, británicos e israelíes ya no estaban dispuestos a seguir tolerando. Ellos quieren manejar este gran negocio y además que les sirva para "premiar" (con sedes para los distintos mundiales juveniles, femeniles y de mayores) a aquellos países que apoyen la agenda geopolítica de Washington, Londres y Tel Aviv. Y por supuesto también lo usarán para castigar a quienes no se subordinen como los BRICS; por ello no es casualidad que los únicos sobornos que han encontrado los impolutos fiscales estadounidenses tienen que ver con el mundial que se celebró en Sudáfrica, y los que se realizarán en Rusia y Qatar. Pero todo es absolutamente claro en los casos de Estados Unidos 1994, Francia 1998 y Alemania 2006, que por pura coincidencia tienen que ver con el país que ha iniciado todo este asunto, y dos de sus más cercanos aliados.

Una vez que Estados Unidos, Inglaterra e Israel se repartan el pastel de futbol mundial, ojalá no haya ingenuos que crean que se va a "desterrar" la corrupción en este deporte. Tan sólo va a cambiar de manos, y ahora el futbol se convertirá en un arma más de Occidente contra Rusia, China, Irán y cualquier país que ose desafiar a los autoproclamados "amos del mundo".

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