Queremos una autocracia
Llevamos años de declive de
nuestros valores democráticos, y hubo quien lo vio y no supo qué hacer para
revertirlo; a otros no les importó porque pensaban que le arrebatarían a Morena
la Presidencia.
Raymundo Riva Palacio
agosto 26, 2024
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/raymundo-riva-palacio/2024/08/26/queremos-una-autocracia/
El país se encamina a una
autocracia y en el horizonte se asoma inmediato el poder en una sola persona,
el Poder Legislativo al servicio de los deseos y ánimos del Ejecutivo y un
Poder Judicial de competentes, incompetentes e ignorantes, pero al servicio de
quien gobierne, de los caciques, de quien tenga dinero y de quien además tenga
armas.
No habrá certidumbre jurídica
y los inversionistas, salvo quienes trabajan en países como Afganistán, Irán o
naciones africanas controladas por warlords, se asustarán y
quizás prefieran instalarse en Texas y Vietnam, que hoy son los ganadores del nearshoring.
Ya no habrá órganos autónomos, con lo cual nos denunciarán en los paneles del
tratado comercial norteamericano y, eventualmente, ante la pérdida de ventajas
competitivas y sin agua ni energía eficiente, cancelen el acuerdo.
El poder lo va a tener la
presidenta Claudia Sheinbaum, pero la fuerza la tendrá el Ejército, que es el
diseño que le heredará el presidente Andrés Manuel López Obrador, y no puede
modificarlo de él, cuando menos por ahora. Cada vez nos pareceremos más a la
Venezuela de Hugo Chávez, que también utilizó la democracia para destruirla,
pero Sheinbaum no tiene la ascendencia del comandante venezolano sobre sus
Fuerzas Armadas y, al contrario, hay mutuas desconfianzas. No habrá un gobierno
bicéfalo, pero sí estará acotado, y de alguna manera sutilmente amenazado por
ellas, para no salirse de la pista del primer piso obradorista y del segundo
piso al que ella se ha comprometido.
Se puede debatir el tipo de
régimen que se está construyendo, pero están claros los pilares de una
autocracia, en un mundo totalmente diferente al que teníamos hace medio siglo y
donde las libertades ya no serán un derecho institucional, aunque así lo diga
la Carta Magna, sino que serán dispensadas, al igual que la ley, por Sheinbaum.
La próxima presidenta dice que
no será así, pero la realidad es que la arquitectura que se está levantando
está sepultando la democracia. En el fondo, ni ella ni López Obrador han tenido
el coraje o la creatividad para argumentar racionalmente, como China o Rusia,
que la democracia occidental no es el camino del desarrollo.
Para quienes creemos en los
valores occidentales de la democracia, lo que está pasando en México es una
tragedia. Años de luchas por abrir el sistema cerrado en el que vivíamos, donde
la izquierda fue un actor muy importante para avanzar hacia un sistema
democrático, habrán sido demolidos sin que se haya podido consolidar por las
mezquindades y complicidades de los líderes de los partidos que sólo querían
poder y dinero y la sumisión de los órganos electorales al Presidente.
Pero también, quienes creemos
en un sistema de organización social democrático que no se limita a la
democracia electoral, debemos tener claro que esta autocracia que se está
formando no es por el diseño de un dictador, sino producto del deseo de la mayoría
que en las urnas eligió a Sheinbaum presidenta. No es falso lo que dice López
Obrador. Sí es cierto que la mayoría quiere este nuevo régimen y nadie puede
llamarse a engaño. El Presidente dijo el 5 de febrero, en la conmemoración de
la Constitución de 1917, que quería tener mayoría calificada en el Congreso
para que aprobara su plan C. La justificación que dio para ello, “reencauzar la
vida pública por la senda de la libertad, la justicia y la democracia”, lo que
fue una mentira, pero las palabras están tan desgastadas que pocos escuchan.
Los mexicanos querían la continuidad y votaron por quien ofreció darla.
Tampoco se puede decir, como
afirma una parte de la oposición, que fue una elección ilegítima. Es cierto que
López Obrador intervino abierta y reiteradamente en el proceso, pero cuando
todos, quizá salvo los presidentes Enrique Peña Nieto y Ernesto Zedillo, lo
hicieron, nadie se sumó a los reclamos de la izquierda que lo denunciaron.
También hubo carretonadas de
dinero para manipular al electorado, pero ahí están los resultados: las clases
medias que no reciben programas sociales votaron por Sheinbaum, como también
repartieron su voto entre ella y Xóchitl Gálvez quienes mayor ingreso tienen.
Los jóvenes, que en este siglo votaron antisistema, ahora escogieron la
continuidad, como también millones de personas con estudios universitarios y
posgrado, y presencia del crimen organizado. El crimen organizado operó en
algunas regiones del país, pero no para anular la elección.
Argumentar que 39% no votó por
Sheinbaum, sugiriendo un rechazo significativo al obradorato, es un poco
tramposo. Gálvez logró el voto de 27.5% y Jorge Álvarez Máynez, 10.32%,
mientras que al resto de los electores –sólo seis de cada 10 fueron a las urnas–
le dio exactamente lo mismo quién resultara ganadora. Si viéramos números
absolutos, sólo 22.7 millones de mexicanos le dijeron “no” al obradorato y más
de 114 millones, por diferentes causas, le dieron la bienvenida al nuevo
régimen prometido.
Esta es nuestra realidad. La
mayoría de los mexicanos quiere una autocracia: los que no entienden de qué se
trata, los que sí saben y quieren lo que viene, los tontos útiles –que abundan
en la neoderecha disfrazada de izquierda panfletaria– y otros más porque les
permite vivir sin trabajar. A muchos les asusta lo que puede venir y les
preocupa. Unos empacaron y ya se fueron de México porque tienen dinero para
hacerlo; otros quisieran pero no pueden, y los más rumian lo que ven que está
logrando López Obrador.
Honestamente, llevamos años de
declive de nuestros valores democráticos, y hubo quien lo vio y no supo qué
hacer para revertirlo; a otros no les importó porque pensaban que le
arrebatarían a Morena la Presidencia. En cualquier caso, contribuyeron a anidar
el huevo autocrático de López Obrador. Tendremos el gobierno que la mayoría
quiso, con el proyecto que planteó al electorado. Faltan unos días para que
veamos consumado el cambio de régimen, porque un giro en otra dirección en este
momento de agonía sexenal parece imposible. López Obrador no se arrepentirá de
lo que quiso toda la vida.
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