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Zapata

sábado, 11 de abril de 2015

“Admiro el trabajo de Enrique”
Dijo Obama a Peña Nieto

Eso le dijo Obama a Peña Nieto en el Foro Empresarial de la VII Cumbre de las Américas que se realiza en Panamá, al señalar que hay que “romper” las regulaciones que detienen o inhiben la inversión, tal como lo hizo Peña Nieto en el sector energético de México. Por lo que llamó al resto de los países a hacer lo mismo, para establecer un marco regulatorio homogéneo que permita esa inversión en sectores que han estado reservados para el Estado.

Por supuesto que Obama está muy contento con Peña, pues éste ha resultado un alumno de primera, haciendo todo lo que le ordenan desde Washington: permitir que las grandes trasnacionales entren al sector energético mexicano sin trabas y puedan llevarse el petróleo, dejando un caos social y la destrucción ambiental correspondiente (fracking de por medio); ha cumplido al pie de la letra las instrucciones del aparato de seguridad estadounidense, no sólo permitiendo que se mantengan en territorio mexicano los varios centros de “fusión de información” (no se sabe realmente cuántos hay), en donde las agencias de seguridad de Estados Unidos recaban información de toda la sociedad mexicana, sin restricciones y sin la participación de ningún funcionario mexicano (es posible que los empleados de limpieza de baños y pasillos sí sean mexicanos); si no ahora también mediante la aprobación de la nueva Ley de Armas de Fuego y Explosivos en el Senado, propuesta por Peña (con el voto favorable de PRI, PAN y PVEM), en la que se permite a agentes de migración, aduanas y de otras agencias estadounidenses a realizar inspecciones en territorio mexicano a personas y vehículos que se dirijan a Estados Unidos, y además a portar sus armas de cargo, no sólo en los lugares donde hagan las revisiones, sino en sus “traslados” de una parte del país a otro (por supuesto los agentes mexicanos no tienen esas facultades en Estados Unidos, es decir no hay reciprocidad).

México es ya un nuevo Puerto Rico, que muy pronto, antes de lo que muchos imaginan, comenzará a “fusionar” su política exterior y de “defensa” plenamente con la de Estados Unidos y sus aliados (llámese por ejemplo Israel)[1], haciendo el mismo tipo de acusaciones contra países que no se alinean a la política intervencionista y contraria al Derecho Internacional Público que impulsa Washington, tales como Rusia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, etc.

El objetivo de Washington es claro: Establecer una sumisión total a sus directrices internacionales y militares en la zona que considera como “imperativo categórico” para su seguridad, esto es Canadá, México, el Caribe y Centroamérica.

Por ello el acercamiento a Cuba es fundamental, en la medida en que de esa forma Washington tiene más injerencia en las decisiones que La Habana haga en el futuro sobre posibles acercamientos o incluso alianzas con los competidores estratégicos de Estados Unidos, esto es China y Rusia.

Así también, de ahí proviene su necesidad de acelerar el “cambio de régimen” en Venezuela (que tácticamente durante la Cumbre de Panamá intentó minimizar, para así evitar el fracaso de la misma), pues como afirmó el propio Obama en la reunión de la CARICOM en Jamaica, antes de la reunión en Panamá, los temas de seguridad y energía se entrelazan, y para Washington el que Venezuela, con una de las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo, no esté completamente subordinada a las políticas establecidas en Washington, constituye un boquete enrome en su esquema de seguridad energética y militar.

Por ello, no debe sorprender si en los próximos meses se inicia toda una operación de desestabilización y sabotaje (si no es que ya está en curso), contra el propuesto nuevo canal interoceánico en Nicaragua, supuestamente financiado y propuesto para su construcción por empresarios chinos, puesto que los estrategas estadounidenses no van a permitir que una línea de comunicación vital como esa no esté controlada por ellos, tal como lo está (indirectamente) el Canal de Panamá, incluidas las nuevas ampliaciones del mismo.

Lo que Obama puso como “zanahoria” para que los débiles y sumisos países de Centroamérica y México entren en el esquema de seguridad, sin reticencia alguna (además de las presiones habituales a cada gobernante, pues conocen sus debilidades en materia de corrupción, vida familiar, sexual, etc) fue su plan para detener las deportaciones de hasta 5 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos, por al menos tres años. El cual sin embargo enfrenta la decidida oposición del Partido Republicano (con sus legisladores y gobernadores), que lo ha impugnado en los tribunales.

Así que, ni siquiera ese tímido intento de “beneficio”, a cambio de la  rendición total de la soberanía de estos patéticos países, es seguro.

Por supuesto que Estados Unidos “quiere” a México, a Centroamérica y al Caribe, pero los quiere para aprovechar sus riquezas naturales y su mano de obra casi regalada, pero no quiere a dicha población en su territorio. Este permanecerá cerrado a un libre flujo de personas por muchas décadas.




[1]  Este 20 de abril participarán funcionarios de los ministerios de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, Canadá, México e Israel en un foro en el USC Center on Public Diplomacy en Washington, sobre sus experiencias en materia de “diplomacia pública” (influencia de las actitudes públicas y de la interacción y flujo de información de diferentes actores sociales , en las acciones y decisiones de política exterior). Al respecto el pro-sionista y likudista ex embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán señala en el sitio de internet del USC Center que México y Estados Unidos deben “desarrollar e implementar juntos y de manera simultánea la diplomacia pública”; es decir llevar a cabo acciones para influir decisivamente en las sociedades civiles de ambos países para que acepten la integración de sus respectivas políticas exterior, económica y de defensa y seguridad. Una manera de decir que deben fusionar sus intereses, es decir los de México a los de Estados Unidos.

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