“Admiro
el trabajo de Enrique”
Dijo Obama
a Peña Nieto
Eso le dijo Obama a Peña Nieto
en el Foro Empresarial de la VII Cumbre de las Américas que se realiza en
Panamá, al señalar que hay que “romper” las regulaciones que detienen o inhiben
la inversión, tal como lo hizo Peña Nieto en el sector energético de México.
Por lo que llamó al resto de los países a hacer lo mismo, para establecer un
marco regulatorio homogéneo que permita esa inversión en sectores que han
estado reservados para el Estado.
Por supuesto que Obama está
muy contento con Peña, pues éste ha resultado un alumno de primera, haciendo
todo lo que le ordenan desde Washington: permitir que las grandes
trasnacionales entren al sector energético mexicano sin trabas y puedan
llevarse el petróleo, dejando un caos social y la destrucción ambiental correspondiente
(fracking de por medio); ha cumplido
al pie de la letra las instrucciones del aparato de seguridad estadounidense,
no sólo permitiendo que se mantengan en territorio mexicano los varios centros
de “fusión de información” (no se sabe realmente cuántos hay), en donde las
agencias de seguridad de Estados Unidos recaban información de toda la sociedad
mexicana, sin restricciones y sin la participación de ningún funcionario
mexicano (es posible que los empleados de limpieza de baños y pasillos sí sean
mexicanos); si no ahora también mediante la aprobación de la nueva Ley de Armas
de Fuego y Explosivos en el Senado, propuesta por Peña (con el voto favorable
de PRI, PAN y PVEM), en la que se permite a agentes de migración, aduanas y de
otras agencias estadounidenses a realizar inspecciones en territorio mexicano a
personas y vehículos que se dirijan a Estados Unidos, y además a portar sus
armas de cargo, no sólo en los lugares donde hagan las revisiones, sino en sus “traslados”
de una parte del país a otro (por supuesto los agentes mexicanos no tienen esas
facultades en Estados Unidos, es decir no hay reciprocidad).
México es ya un nuevo Puerto
Rico, que muy pronto, antes de lo que muchos imaginan, comenzará a “fusionar”
su política exterior y de “defensa” plenamente con la de Estados Unidos y sus aliados
(llámese por ejemplo Israel)[1], haciendo el mismo tipo de
acusaciones contra países que no se alinean a la política intervencionista y
contraria al Derecho Internacional Público que impulsa Washington, tales como
Rusia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, etc.
El objetivo de Washington es
claro: Establecer una sumisión total a sus directrices internacionales y
militares en la zona que considera como “imperativo categórico” para su seguridad,
esto es Canadá, México, el Caribe y Centroamérica.
Por ello el acercamiento a
Cuba es fundamental, en la medida en que de esa forma Washington tiene más
injerencia en las decisiones que La Habana haga en el futuro sobre posibles
acercamientos o incluso alianzas con los competidores estratégicos de Estados
Unidos, esto es China y Rusia.
Así también, de ahí proviene
su necesidad de acelerar el “cambio de régimen” en Venezuela (que tácticamente
durante la Cumbre de Panamá intentó minimizar, para así evitar el fracaso de la
misma), pues como afirmó el propio Obama en la reunión de la CARICOM en
Jamaica, antes de la reunión en Panamá, los temas de seguridad y energía se
entrelazan, y para Washington el que Venezuela, con una de las reservas
probadas de petróleo más grandes del mundo, no esté completamente subordinada a
las políticas establecidas en Washington, constituye un boquete enrome en su
esquema de seguridad energética y militar.
Por ello, no debe sorprender
si en los próximos meses se inicia toda una operación de desestabilización y
sabotaje (si no es que ya está en curso), contra el propuesto nuevo canal
interoceánico en Nicaragua, supuestamente financiado y propuesto para su
construcción por empresarios chinos, puesto que los estrategas estadounidenses
no van a permitir que una línea de comunicación vital como esa no esté
controlada por ellos, tal como lo está (indirectamente) el Canal de Panamá,
incluidas las nuevas ampliaciones del mismo.
Lo que Obama puso como “zanahoria”
para que los débiles y sumisos países de Centroamérica y México entren en el
esquema de seguridad, sin reticencia alguna (además de las presiones habituales a cada gobernante,
pues conocen sus debilidades en materia de corrupción, vida familiar, sexual,
etc) fue su plan para detener las deportaciones de
hasta 5 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos, por al menos
tres años. El cual sin embargo enfrenta la decidida oposición del Partido Republicano
(con sus legisladores y gobernadores), que lo ha impugnado en los tribunales.
Así que, ni siquiera ese
tímido intento de “beneficio”, a cambio de la rendición total de la soberanía de estos
patéticos países, es seguro.
Por supuesto que Estados Unidos
“quiere” a México, a Centroamérica y al Caribe, pero los quiere para aprovechar
sus riquezas naturales y su mano de obra casi regalada, pero no quiere a dicha
población en su territorio. Este permanecerá cerrado a un libre flujo de
personas por muchas décadas.
[1]
Este 20 de abril participarán funcionarios
de los ministerios de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, Canadá, México e
Israel en un foro en el USC Center on Public Diplomacy en Washington, sobre sus
experiencias en materia de “diplomacia pública” (influencia de las actitudes
públicas y de la interacción y flujo de información de diferentes actores
sociales , en las acciones y decisiones de política exterior). Al respecto el
pro-sionista y likudista ex embajador de México en Estados Unidos, Arturo
Sarukhán señala en el sitio de internet del USC Center que México y Estados
Unidos deben “desarrollar e implementar juntos y de manera simultánea la
diplomacia pública”; es decir llevar a cabo acciones para influir decisivamente
en las sociedades civiles de ambos países para que acepten la integración de
sus respectivas políticas exterior, económica y de defensa y seguridad. Una
manera de decir que deben fusionar sus intereses, es decir los de México a los
de Estados Unidos.
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