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Zapata

sábado, 28 de marzo de 2015

TRIUNFO DE ISRAEL

Y el triunfo no es precisamente porque Netanyahu se reeligió como Primer Ministro diciendo la verdad, que normalmente los primeros ministros israelís ocultaban. Esto es que los gobiernos de dicho país, sin excepción, nunca han aceptado, ni aceptarán la creación de un Estado Palestino viable; que consideran a los israelís de origen árabe que viven en su territorio, como ciudadanos de segunda; que van a seguir construyendo viviendas en los territorios ocupados y que nunca les ha interesado un pepino lo que diga o piense la comunidad internacional sobre eso y sobre el trato inhumano que aplican a los palestinos en Cisjordania, en Gaza y en el mismo Israel.

No, el verdadero triunfo de Israel es que una vez más ha conseguido que otros se encarguen de hacerle el trabajo “sucio”, sin que ellos se manchen las manos.

Resulta que una vez que entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y algunos países más, se encargaron de destruir a ciertos países que Tel Aviv consideraba como sus enemigos (Irak, Libia; está en proceso Siria); ahora toca el turno de Irán (bueno ha estado en la lista desde hace 35 años).

Israel ve a Irán como su principal competidor estratégico en la región por su extensión geográfica, cantidad de población (además de que está mejor educada y entrenada que la de los otros países); recursos naturales (gran cantidad de petróleo y gas principalmente); ejército y dirigencia política con objetivos claros, a diferencia de otros países que tienen serios problemas internos (Egipto y Turquía por ejemplo), y el resto que se debate entre guerras civiles y caos político.

Para Israel el que Irán logre un acuerdo con los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (más Alemania), que le permita mantener su programa nuclear civil y a la vez se inicie el levantamiento de las sanciones económicas a Teherán, significa un respiro para los iraníes, y por lo tanto la posibilidad de que su economía se fortalezca y su influencia política, religiosa y militar en la región se pueda expandir, afectando así la hegemonía israelí.

Por ello está utilizando todos los medios a su alcance para descarrilar ese acuerdo (especialmente su dominio sobre buena parte del Congreso de Estados Unidos, que responde a los intereses del lobby pro Israel, donador mayoritario de los políticos estadounidenses e influencia decisiva en los medios de comunicación de dicho país); excepción hecha de la intervención militar, que espera pueda realizarse a través de Estados Unidos, sin que Israel tenga que intervenir (como ha sucedido en Irak, Siria, Libia).

Pues bien, ahora a esta presión que Israel está intensificando sobre Irán, se han sumado los países árabes y sunnitas de la región, como Arabia Saudita, las petromonarquías del Golfo Pérsico y Egipto.

La Liga Arabe, reunida en Sharm el Sheikh (Egipto), ha decidido conformar una fuerza militar  (hasta 40 mil soldados de élite) para intervenir en conflictos que “amenacen” la estabilidad regional, o lo que es lo mismo, que amenacen el poder de la familia Saud en Arabia, de los reyes y jeques de Bahrein, Emiratos Arabes Unidos, Qatar, Omán o Kuwait, y del golpista títere de Estados Unidos que mal gobierna Egipto, el general Al Sisi.

La verdadera preocupación de estos dictadores es que grupos chiítas se están haciendo con el poder o están ganando terreno en distintas zonas, como es el caso de las milicias chiítas (con apoyo iraní) que están combatiendo en Irak a ese engendro propiciado por Occidente, llamado Estado Islámico (y lo están derrotando); o los Houthis en Yemen que han expulsado al presidente subordinado de Estados Unidos y de Arabia Saudita, Mansur Hadi, lo que ha provocado la intervención armada de Arabia , con bombardeos sobre la capital yemení de Sanaa, preparándose ya una intervención militar junto con Egipto (recordemos que Arabia ya intervino militarmente en Bahrein, cuando la familia real de ese país se vio acorralada por las protestas de la mayoría chiíta, que reclamaba mejores condiciones de vida y más derechos ciudadanos); y la sobrevivencia del gobierno de Bashar el Assad en Siria (con apoyo iraní y ruso), ante los embates tanto de los radicales del Estado Islámico, como del grupo vinculado a Al Qaeda, llamado Al Nusra (éste claramente apoyado por Israel en la zona de las alturas del Golán), y de los supuestos “moderados” financiados y entrenados por Estados Unidos y sus aliados europeos.

Así que Israel va a tener ahora a una fuerza militar formada por países árabes-sunnitas, que combatirán a los chiítas, en donde se encuentren, con lo que Tel Aviv, sin necesidad (por ahora) de que Estados Unidos comprometa “tropas en el terreno” (algo que el declinante Obama se niega a hacer, al menos en tanto termina su mandato), enfrentará a los aliados (verdaderos o supuestos) de Irán, sin que los israelíes gasten un sólo dólar, o comprometan la vida de uno sólo de sus soldados en la empresa.


Eso sí se llama verles la cara de tontos a todos, salirse con la suya y reírse a carcajadas de ese grupo de países que alguna vez conformaron frentes (no muy unidos por cierto) para enfrentar a la “amenaza sionista”. Ahora han terminado siendo los “guardaespaldas” regionales de Tel Aviv. Ver para creer.

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