¿DEBERÍA MÉXICO PROCLAMARSE COMO UN
PAÍS NEUTRAL?
Ahora que
México ha sido elegido por quinta vez como miembro No Permanente al Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas y tomando en cuenta que el presidente López Obrador
insiste una y otra vez que México es una nación pacifista, que no busca confrontaciones
con ningún otro país y que no tiene como objetivo incrementar su armamento,
sería bueno considerar que se estableciera en la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 89 en donde se incluyen los principios
de política exterior que debe seguir el Estado Mexicano, que nuestro país será
un Estado Neutral.
Como sabemos,
varios países en el mundo se han declarado neutrales, esto es, que no toman
parte en ningún bando en caso de guerra, en cualquier parte del mundo (el más
antiguo de todos es Suiza, desde 1815), con lo que de antemano, ante los
constantes conflictos bélicos que se desarrollan en el planeta, el país en
cuestión se “vacuna” para no pronunciarse a favor o en contra de cualquiera de
los beligerantes; pero por lo mismo, no emite declaración u opinión alguna
sobre las causas y desarrollo de dicho conflicto.
Para muchos
internacionalistas y estudiosos de la política mundial, el declararse Estado
Neutral conlleva una especie de aislacionismo de parte del estado que lo hace,
pues limita su posible influencia y participación en situaciones de gran
relevancia en el ámbito de las relaciones internacionales.
Pero por otro
lado, evita inmiscuirse en conflictos que pueden obligarlo a decantarse por uno
u otro estado o coaliciones de estados, poniendo en riesgo su seguridad
nacional, debido a las posibles represalias de uno u otro de los beligerantes,
ya sean militares, políticas o económicas.
El
presidente López Obrador ha sido muy enfático en que nuestro país quiere tener buenas
relaciones con todos los países del mundo, algo que en la práctica es imposible,
puesto que siempre surgen eventos o se desarrollan ciertas políticas que
provocan fricciones y desavenencias entre los países. Pero se entiende que el
presidente de México quiere decir que busca no tener conflictos mayores con
ningún país, y ha reiterado que no pretende “meterse” en las disputas entre
grandes potencias, como las que desde hace una década se vienen desarrollando
entre Estados Unidos V.S. China y Rusia, reeditando una nueva clase de Guerra
Fría.
El problema
que tiene el gobierno de México es que desde el inicio de la administración del
presidente López Obrador, con objeto de minimizar las diferencias con el
gobierno de Donald Trump, ha llegado a convertir a México en casi un
protectorado estadounidense (próxima entrada en vigor del nuevo tratado de
libre comercio T-MEC; cambio brusco de la política migratoria para satisfacer
las demandas del gobierno estadounidense; próximamente, supervisión de
Washington a la política laboral mexicana; completa subordinación de la política
de seguridad y de las fuerzas armadas mexicanas a las directrices
estadounidenses).
Incluso,
cuando se le ha preguntado a López Obrador si México es un “aliado” de Estados
Unidos, él lo ha afirmado de manera categórica, con lo que ha demostrado su escaso
conocimiento de lo que significa aceptar, aunque sea verbalmente, que se es
aliado de la potencia hegemónica.
Una alianza
política implica la concordancia en ciertos fines y metas que se deben
conseguir, de manera conjunta por dos entes, organizaciones o países.
Para Estados
Unidos, por supuesto que México es un aliado en este sentido, pues como ya
apuntamos, prácticamente todas las políticas en materia bilateral están
subordinadas a los intereses estadounidenses.
Pero en
política exterior, México todavía ha mantenido cierta autonomía, especialmente
en el caso venezolano, en el que no se ha alineado por completo con las
exigencias estadounidenses.
Así también,
México no ha apoyado las acciones bélicas de Estados Unidos en Medio Oriente,
ni tampoco sus numerosas sanciones contra varios países que se niegan a
subordinarse a la hegemonía estadounidense como Rusia, China, Irán, Siria,
Corea del Norte, Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Tomando en
cuenta lo anterior, parecería conveniente que México reafirme esa autonomía en
materia de política exterior, declarándose un Estado Neutral, en previsión de
que la competencia y rivalidad entre Estados Unidos y los países antes mencionados
se agudice, y en algún momento Washington exija la completa aquiescencia
mexicana a las sanciones políticas y económicas que impulse contra dichos
países; y aún peor, que intente obligar a nuestro país a ingresar a una coalición
militar en un posible conflicto bélico.
Desgraciadamente
es tal el pánico que el actual gobierno mexicano le tiene a las élites estadounidenses,
que es imposible que algo así pudiera darse; pero sin lugar a dudas el que el
país pudiera dar el paso para declararse neutral, podría ayudar a atemperar el
dominio estadounidense, que cada vez se hace más y más sofocante sobre México (“I
can’t breathe”).
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