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Zapata

sábado, 20 de junio de 2020


¿DEBERÍA MÉXICO PROCLAMARSE COMO UN PAÍS NEUTRAL?
Ahora que México ha sido elegido por quinta vez como miembro No Permanente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y tomando en cuenta que el presidente López Obrador insiste una y otra vez que México es una nación pacifista, que no busca confrontaciones con ningún otro país y que no tiene como objetivo incrementar su armamento, sería bueno considerar que se estableciera en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 89 en donde se incluyen los principios de política exterior que debe seguir el Estado Mexicano, que nuestro país será un Estado Neutral.
Como sabemos, varios países en el mundo se han declarado neutrales, esto es, que no toman parte en ningún bando en caso de guerra, en cualquier parte del mundo (el más antiguo de todos es Suiza, desde 1815), con lo que de antemano, ante los constantes conflictos bélicos que se desarrollan en el planeta, el país en cuestión se “vacuna” para no pronunciarse a favor o en contra de cualquiera de los beligerantes; pero por lo mismo, no emite declaración u opinión alguna sobre las causas y desarrollo de dicho conflicto.
Para muchos internacionalistas y estudiosos de la política mundial, el declararse Estado Neutral conlleva una especie de aislacionismo de parte del estado que lo hace, pues limita su posible influencia y participación en situaciones de gran relevancia en el ámbito de las relaciones internacionales.
Pero por otro lado, evita inmiscuirse en conflictos que pueden obligarlo a decantarse por uno u otro estado o coaliciones de estados, poniendo en riesgo su seguridad nacional, debido a las posibles represalias de uno u otro de los beligerantes, ya sean militares, políticas o económicas.
El presidente López Obrador ha sido muy enfático en que nuestro país quiere tener buenas relaciones con todos los países del mundo, algo que en la práctica es imposible, puesto que siempre surgen eventos o se desarrollan ciertas políticas que provocan fricciones y desavenencias entre los países. Pero se entiende que el presidente de México quiere decir que busca no tener conflictos mayores con ningún país, y ha reiterado que no pretende “meterse” en las disputas entre grandes potencias, como las que desde hace una década se vienen desarrollando entre Estados Unidos V.S. China y Rusia, reeditando una nueva clase de Guerra Fría.
El problema que tiene el gobierno de México es que desde el inicio de la administración del presidente López Obrador, con objeto de minimizar las diferencias con el gobierno de Donald Trump, ha llegado a convertir a México en casi un protectorado estadounidense (próxima entrada en vigor del nuevo tratado de libre comercio T-MEC; cambio brusco de la política migratoria para satisfacer las demandas del gobierno estadounidense; próximamente, supervisión de Washington a la política laboral mexicana; completa subordinación de la política de seguridad y de las fuerzas armadas mexicanas a las directrices estadounidenses).
Incluso, cuando se le ha preguntado a López Obrador si México es un “aliado” de Estados Unidos, él lo ha afirmado de manera categórica, con lo que ha demostrado su escaso conocimiento de lo que significa aceptar, aunque sea verbalmente, que se es aliado de la potencia hegemónica.
Una alianza política implica la concordancia en ciertos fines y metas que se deben conseguir, de manera conjunta por dos entes, organizaciones o países.
Para Estados Unidos, por supuesto que México es un aliado en este sentido, pues como ya apuntamos, prácticamente todas las políticas en materia bilateral están subordinadas a los intereses estadounidenses.
Pero en política exterior, México todavía ha mantenido cierta autonomía, especialmente en el caso venezolano, en el que no se ha alineado por completo con las exigencias estadounidenses.
Así también, México no ha apoyado las acciones bélicas de Estados Unidos en Medio Oriente, ni tampoco sus numerosas sanciones contra varios países que se niegan a subordinarse a la hegemonía estadounidense como Rusia, China, Irán, Siria, Corea del Norte, Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Tomando en cuenta lo anterior, parecería conveniente que México reafirme esa autonomía en materia de política exterior, declarándose un Estado Neutral, en previsión de que la competencia y rivalidad entre Estados Unidos y los países antes mencionados se agudice, y en algún momento Washington exija la completa aquiescencia mexicana a las sanciones políticas y económicas que impulse contra dichos países; y aún peor, que intente obligar a nuestro país a ingresar a una coalición militar en un posible conflicto bélico.
Desgraciadamente es tal el pánico que el actual gobierno mexicano le tiene a las élites estadounidenses, que es imposible que algo así pudiera darse; pero sin lugar a dudas el que el país pudiera dar el paso para declararse neutral, podría ayudar a atemperar el dominio estadounidense, que cada vez se hace más y más sofocante sobre México (“I can’t breathe”).

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