¿A QUÉ VA A WASHINGTON?
El
presidente López Obrador (AMLO) y el canciller Marcelo Ebrard confirmaron que
en los primeros días de julio AMLO realizará su primera visita internacional
(después de un año y siete meses de asumir la presidencia), para ir a
Washington a reunirse con el presidente de Estados Unidos (Donald Trump), y
presumiblemente con el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau.
Según AMLO y
Ebrard este encuentro fue propuesto por el gobierno de México, a pesar de que antier AMLO ponía en duda la visita. Pero apenas Trump afirmó
públicamente en Yuma, Arizona que pronto AMLO lo visitaría en la Casa Blanca,
las dudas de AMLO desaparecieron, e ipso facto, tanto AMLO como Ebrard aseguraron
que se realizará el primer viaje fuera del país del presidente mexicano en el
año y siete meses que lleva en el puesto.
¿A qué va AMLO?
Según él, a poner en marcha el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC;
USMCA por sus siglas en inglés), que entrará en vigor el 1º de Julio, sustituyendo
al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN; o NAFTA por sus
siglas en inglés).
Pero la
realidad es que AMLO va a que Trump le vuelva a recetar en privado, y quizás
hasta en público, la letanía de obligaciones que nuestro país se ha obligado
ante el amo gringo: detener a los indocumentados de todas las nacionalidades
que pretenden dirigirse a los Estados Unidos; aceptar a todos los solicitantes
de asilo que las autoridades estadounidenses envíen a México, para que esperen
aquí la resolución del gobierno norteamericano; seguir las directrices y
exigencias de la DEA en el combate a los cárteles del narcotráfico, que sigue
bajo la responsabilidad de las fuerzas armadas mexicanas; próximamente, aceptar
a los inspectores estadounidenses para que verifiquen que México cumple con lo
ordenado por el T-MEC en materia laboral (pero México no puede enviar
inspectores a Estados Unidos para verificar cómo tratan o maltratan a los
trabajadores mexicanos allá); seguir recibiendo las indicaciones de autoridades
hacendarias y del aparato de inteligencia estadounidense para que se congelen
cuentas de todos aquellos mexicanos o extranjeros que Estados Unidos tenga
sancionados o considere un riesgo a su seguridad, sin importar que para México
no lo sean o no exista en nuestro país causa judicial alguna en su contra; recibir
directrices a las fuerzas armadas mexicanas para que sigan comprando equipo y
armas estadounidenses y seguir recibiendo su capacitación contrainsurgente, que
continúa reproduciendo los manuales de la “doctrina de la seguridad nacional”
que se desarrollaron en los años sesentas y setentas del siglo pasado, para adiestrar
a los ejércitos de las dictaduras centro y sudamericanas.
En fin, que
AMLO va a recibir unas palmadas en la espalda de parte de Trump, por ser uno de
los pocos buenos alumnos en el mundo que han hecho todo lo que el “bully” les
ha dicho, ya sea en buena forma, pero en general a través de amenazas de
sanciones económicas (aranceles a las exportaciones mexicanas) y/o de seguridad
(como el cierre de la frontera o la denominación como grupos terroristas a los
cárteles del narcotráfico).
AMLO y el candidato
de Washington para ser el próximo presidente de México, Marcelito Ebrard, han
cumplido las órdenes de Washington en casi todos los órdenes (el único caso en
que no han seguido el guion del gobierno de Trump ha sido en el asunto venezolano;
situación que por lo visto pronto podría cambiar, pues Washington ya está
sancionando a ciudadanos mexicanos por su apoyo al régimen de Maduro, y el
gobierno de López Obrador lo está ayudando en eso).[1]
Además, dada
la absoluta ignorancia de AMLO en temas internacionales, su aversión a aprender
acerca de política internacional y su nulo conocimiento del inglés, no hay que
descartar que cometa algún error mayúsculo (como aquél presidente salvadoreño
que se aventó la puntada de besar la bandera estadounidense); y/o que Trump y
Trudeau lo traten como el mayordomo, tal como le sucedió a Peña Nieto en una de
sus últimas reuniones con Obama y el primer ministro canadiense, en donde ni
tomaban en cuenta al “chaparrito” Peña, dejándolo atrás en una larga caminata (mientras
Peña trataba de alcanzarlos), sin siquiera preocuparse por él.
Siendo como
es Trump, y además en medio de la campaña presidencial, cada vez más disputada,
es lógico que utilizará el encuentro para sus ambiciones reeleccionistas; y una
vez más, como lo hizo Peña en 2016 con esa estúpida invitación a Trump en plena
campaña presidencial, un presidente mexicano servirá ya sea como el “payaso de
las cachetadas” para el mandatario estadounidense y/o como evidencia del “apoyo”
que da México a la reelección de Trump. Con lo que el presidente mexicano se
ganará la muy justificada animadversión de los demócratas, y de su candidato
presidencial, Joe Biden.
De plano,
este país sigue demostrando que es, no el patio trasero, sino el escusado de
Estados Unidos, y los presidentes mexicanos están dispuestos a seguir jugando
el papel de lacayos del imperio. Patético.
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