Ayer en el
llamado “Super Tuesday”, día en que 14 estados eligieron en las primarias a una
tercera parte de los 1991 delegados que se requieren para conseguir la
nominación a la candidatura presidencial del Partido Demócrata en la Convención
que se realizará en el mes de julio en Milwaukee, la mayoría de los electores
se inclinaron por el representante del “establishment”, el favorito de las
cúpulas demócratas y de los grandes grupos de interés estadounidenses (Wall Street,
Silicon Valley, el “main Street media”, Big Pharma, el complejo-militar
industrial, las petroleras, el lobby pro Israel, etc.), el ex vicepresidente y ex
senador por el estado de Delaware (considerado un “paraíso fiscal”, en donde
lavan miles de millones de dólares corporaciones estadounidenses y extranjeras
cada año, sin ser molestadas), Joseph Biden.
Contra los
pronósticos de diferentes encuestas, Biden se alzó con el triunfo en estados
como Texas, en donde aparecía como favorito el senador por Vermont, Bernie
Sanders o Massachusetts, de donde es originaria la senadora Elizabeth Warren,
otra contendiente por la nominación, sumando en total 9 de las 14 entidades en
disputa ayer (Virginia, Carolina del Norte, Arkansas, Alabama, Tennessee, Oklahoma
y Minnesota).
Se suponía
que el progresista Bernie Sanders, que ha criticado desde su campaña
presidencial del 2016 a los grandes grupos de interés estadounidenses y la
enorme desigualdad que se ha generado en Estados Unidos en las últimas décadas;
que propone un sistema de salud gratuito para todos los estadounidenses,
eliminar la deuda para los jóvenes que estudian en las universidades,
legislación muy dura contra las industrias petroleras y mineras que contaminan
el medio ambiente; privilegiar la diplomacia sobre las amenazas y la carrera
armamentista, condicionar la ayuda militar a Israel a que respete los derechos
humanos de los palestinos, etc. se alzaría con el triunfo en la mayoría de los
estados del “Super Tuesday” (lo logró en California, el estado que más
delegados elegía); pero el dinero de las grandes corporaciones estadounidenses,
junto con los acuerdos logrados por la cúpula del Partido Demócrata para que
otros candidatos “centristas” o “moderados” como Pete Buttigieg y Amy
Klobuchar, se retiraran de la competencia y otorgaran su apoyo a Biden, más una
campaña de miedo contra Sanders (impulsada también por el plutócrata Bloomberg,
otro prospecto que intenta detener a Sanders), lanzada por los principales
medios de comunicación, pintándolo casi como un Fidel Castro o un Hugo Chávez,
además de ser supuestamente el “candidato de Putin”, generaron temor y
confusión en el desinformado y muy bien amaestrado electorado demócrata, que
decidió seguir con el mismo tipo de político que responde a los intereses de la
plutocracia estadounidense, y votaron por el insípido, muy “moderado” y
mediocre Biden.
No cabe duda
de que los estadounidenses no pueden pensar por fuera de los límites que le
tienen impuestos sus amos de las élites política y económica. Intentar cambiar,
así sea mínimamente, el sistema de explotación interna y dominación externa que
sostiene la hegemonía de Washington y Nueva York en el planeta, no está dentro
de los parámetros del estadounidense medio, que es fácilmente manipulado para creer
cualquier mentira que las élites dominantes deseen (ya sea pintar a Sanders
como “el coco comunista”, o convencerlos de que un barbón escondido en una
cueva en Afganistán, planeó y ordenó la destrucción de las icónicas Torres Gemelas
de Nueva York).
Así, todo
parece indicar que la elección presidencial en noviembre, será una vez más la
competencia entre dos miembros del “establishment”, por más que Trump haya
engañado por su parte, a los republicanos haciéndoles creer a la mayoría de
ilusos de ese partido, que él representaba un verdadero cambio.
Biden y
Trump defienden y defenderán los intereses de los verdaderos dueños de Estados
Unidos, y el ingenuo pueblo estadounidense seguirá viendo cómo los mandan a
pelear guerras a todas partes del mundo, que nada tienen que ver con su
bienestar o seguridad; cómo las grandes corporaciones y los billonarios siguen
amasando fortunas en detrimento de los ingresos de la mayoría de la población;
cómo se sigue depredando el medio ambiente y cómo el
complejo-militar-industrial sigue con su carrera armamentista, con el único fin
de mantener el flujo de dólares hacia sus bolsillos.
Pero ese
pueblo bien amaestrado, se merece seguir bajo el dominio de esos depredadores,
pues no está dispuesto a despertar, ni a arriesgarse por un cambio, siquiera
mínimo, del sistema en el que vive.
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