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Zapata

jueves, 25 de abril de 2024

EL PODER DEL SIONISMO SE HACE PRESENTE EN LOS ESTADOS UNIDOS

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero especialmente, después de la Guerra de los 6 días en 1967, cuando Israel derrotó a Egipto, en Estados Unidos y Europa Occidental se estableció una subordinación completa de las élites políticas, económicas y militares de Occidente con respecto a Israel.

Ha sido un apoyo total a los gobiernos israelíes, sin importar si son de derecha o izquierda, para alcanzar los siguientes objetivos:

-     Ocupar y desposeer de sus territorios en la Franja de Gaza, este de Jerusalén y Cisjordania a los palestinos.

-     En la medida de lo posible, expulsar de esos territorios y de los de Israel a la población palestina (disfrazada limpieza étnica).

-    Afirmar la hegemonía militar, tanto en armas convencionales como nucleares (ser la única potencia que las posee en Medio Oriente) sobre sus vecinos árabes, turcos y persas.

-     Asegurar para Israel el aprovechamiento de los principales recursos naturales como agua, petróleo y gas, en los territorios conquistados y ocupados.

-   Lograr que Occidente y en general la comunidad internacional abandonen la causa palestina y se afirme en el mundo la islamofobia, al presentar a los países árabes e Irán, como “terroristas”.

-    Afirmar en la narrativa y en el imaginario de las poblaciones de Occidente y del Sur Global que Israel y los judíos siempre son las víctimas y siempre son los agredidos.

Todos estos objetivos los han conseguido las élites sionistas de Israel en mayor o menor medida, gracias a que los lobbies pro-Israel de las principales potencias de Occidente (especialmente los de Estados Unidos), han logrado dominar a los establecimientos político, económico-financiero, de medios de comunicación y a los aparatos de seguridad e inteligencia de las potencias occidentales.

Por supuesto, cualquier académico, intelectual, periodista, político o ciudadano común que se atreviera o que se atreva a decir públicamente esto, era y es inmediatamente descalificado por gobiernos, partidos políticos, empresas y medios de comunicación como “antisemita”; además de que es separado de su trabajo, estigmatizado de por vida, apartado de la sociedad y en muchas ocasiones (en distintos países que tienen legislaciones al respecto), hasta enviado a la cárcel.

Tal nivel de intimidación para las personas que se atreven a decir lo obvio, más la constante propaganda en medios de comunicación y a través de los sistemas escolares de los países vasallos de Israel, supuestamente habrían logrado, para esta época, el que la gran mayoría de la población mundial se creyera las versiones de Israel, de Estados Unidos y en general de Occidente, de que Israel y los judíos son víctimas del odio de árabes, de los iraníes, turcos y los que se acumulen, sólo porque sí, sólo porque son “antisemitas” y sólo porque odian a los judíos y a Occidente, porque les tienen envidia.

Sin duda, este discurso permanente, que sobre todo los poderosos medios de comunicación occidentales (encabezados por Hollywood), han difundido por al menos 60 años, ha permeado en gran parte de la población mundial y ello ha dado la confianza a las élites pro-sionistas de Occidente para descararse abiertamente en favor de Israel; sobre todo a partir de los ataques de “falsa bandera” del 11 de septiembre de 2001.

Por ello, después de que Hamas, en un último intento por evitar que los países árabes abandonaran por completo la causa palestina, llevaron a cabo un ataque contra Israel el 7 de octubre, todo Occidente y muchos países vasallos de América Latina y Asia fueron a postrarse ante el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para brindarle su apoyo económico, político y militar.

Ante esto, Netanyahu y su gobierno etno-nacionalista, xenófobo y ultraderechista aprovechó la oportunidad no sólo de destruir a Hamas, sino de acelerar la limpieza étnica de Gaza, Cisjordania y el este de Jerusalén, para lo cual inició otra Nakba (catástrofe) como la de 1948, para devastar Gaza, llevar a cabo un genocidio y así obligar a la población palestina a buscar refugio en Egipto; mientras en Cisjordania se llevaba a cabo una represión brutal y un aumento exponencial de los asentamientos de colonos sionistas, también para lograr la limpieza étnica en esa zona; al tiempo que se realizaban constantes provocaciones (bombardeos y asesinatos) contra la organización Hezbollah en el sur de Líbano y contra Siria y los grupos pro iraníes en Siria e Irak; hasta llegar al bombardeo del consulado iraní en Damasco, Siria; todo ello con el fin de provocar una guerra regional, mediante la cual Israel obligara a Occidente a participar en su favor para destruir a Hezbollah, Líbano, Siria, Irán y de paso a los houtíes en Yemen que han apoyado a la causa palestina con el hostigamiento a la navegación comercial que se dirige por el paso de Bab el Mandeb hacia Israel.

Pero resultó que toda la propaganda que durante 60 años se ha difundido en el mundo; todo el dominio sobre medios de comunicación, gobiernos, sistemas escolares, legislación, etc. para convencer de que Israel es la víctima, no acabó por permear a toda la población del mundo; vamos, ni siquiera a la de Occidente.

Las escenas de horror de la matanza indiscriminada de mujeres, niños, ancianos; de civiles desarmados en Gaza. El corte del agua, los alimentos y el combustible de manera deliberada; la destrucción de casas, edificios, escuelas, hospitales, iglesias, mezquitas e infraestructura civil de los palestinos, a la vista de todos; y peor aún, las declaraciones de odio, de burla, de arrogancia, así como videos infames de soldados israelíes robándose propiedad de los habitantes de Gaza, insultándolos, degradándolos y presumiéndolo en redes sociales, acabó por escandalizar y llevar al repudio de estas acciones a millones de personas en el mundo.

Pero los sionistas de Israel y de Estados Unidos y Europa pensaron que su dominio sobre el mundo es tal, que podían burlarse de sus víctimas palestinas y presumir su poderío sin que nadie en el mundo se atreviera a criticarlos, cuestionarlos o repudiarlos.

Se equivocaron, en casi todo el mundo, incluso en Occidente, las protestas, las marchas multitudinarias, las condenas en redes sociales contra el genocidio y la limpieza étnicas de Israel contra los palestinos, se ha hecho presente desde octubre del año pasado hasta la fecha; y ello ha obligado, a regañadientes, a los vasallos gobiernos occidentales a tomar algunas tibias medidas para llamar la atención de sus amos sionistas de Israel, para que no exageren tanto las barbaridades que están cometiendo; aunque con muy pocos resultados, puesto que los sionistas de Israel se consideran los dueños del mundo, y por lo tanto no aceptan “recomendaciones” y mucho menos “sanciones” (por tibias que sean), de sus subordinados occidentales.

Ahora incluso estudiantes no judíos (y algunos judíos) de las principales universidades de Estados Unidos (la mayoría de ellas dependientes de las “donaciones” de multimillonarios sionistas), han establecido campamentos en sus campus universitarios y marchas de protesta contra su gobierno y contra Israel, por el genocidio que realizan contra los palestinos en Gaza.

Esto sí enloqueció a las élites sionistas de Estados Unidos e Israel, que no pueden permitir que universidades de “prestigio” que ellos llevan controlando desde hace décadas, se conviertan en plataformas de condena de los abusos israelíes en Gaza y en el mundo.

Por ello, tanto el vasallo gobierno sionista de Biden (él mismo se ha autodenominado como un convencido sionista), como los medios de comunicación, políticos y grandes empresas se han manifestado en contra de los estudiantes, señalándolos como “antisemitas”, y han lanzado a las policías y hasta a la Guardia Nacional a reprimirlos, arrestarlos y dispersarlos.

Esta es una de las mayores muestras del poder del sionismo en Estados Unidos, cuando a los hijos de las élites privilegiadas de ese país, que se atreven a protestar contra el genocidio israelí en Gaza, se les trata peor que a trabajadores tercermundistas; se hace evidente así que los anglos no son en Estados Unidos más que unos lacayos de los sionistas (ni qué decir de hispanos, negros o asiáticos); y esto ha demostrado el poder que tienen la élites sionistas, aún contra estudiantes y profesores de las universidades más caras y conocidas del país.

El mensaje es claro, los sionistas dominan Estados Unidos; dominan Europa y por lo tanto el mundo (aunque Rusia, China, Irán y Corea del Norte tienen otra opinión); y quien quiera retar de cualquier manera ese poder recibirá su castigo, así sean jóvenes de universidades privilegiadas del país más poderoso del mundo.

Veremos hasta dónde son capaces de llegar estos psicópatas, que han llevado al mundo al abismo de guerras, genocidios, destrucción del medio ambiente, odio permanente entre los pueblos, discriminación, desigualdad y destrucción de valores morales en el mundo.

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